Saturday, September 24, 2011

De amor platónico y cópula.

     Era viernes y los viernes son diferentes. El viernes es mi carta de triunfo, funcionan mis juegos, me sigues la rima y logro sacarte el letargo burocrático de la semana, vuelves a ser mi adolescente. El sexo es un juego, no hay que tomárselo con tanta seriedad. Juegas con la niña encerrada en un cuerpo de treinta años, desato mi entusiasmo y te contagio con la pandemia de complacencia física.
      Ese viernes comenzó platónico, nos encontramos a la entrada del teatro. Al verme sonreíste como si te volviese el alma al cuerpo, aún no te acostumbras a mi impuntualidad. Me tomaste de la mano y me arrastraste con el flujo de espectadores que socializaban en el vestíbulo hasta el último momento. Nos cobijaron dos asientos en el cuarto piso que poco nos dejaban visualizar, pero la música nos rodeaba. Las arias salvaron la inconveniencia de  la localidad  de nuestros boletos y Dalila se olvidó por unos minutos de seducir a Sansón e hizo el embrujo nuestro. Entrelazamos nuestras manos sirviéndonos de lazarillos para  adentrarnos al edén y vertimos las lágrimas de Sansón. Mi maquillaje terminó arruinado y nuestro espíritu salió redondo.
     En el camino a casa se nos desató un hambre descomunal y pasamos a comer algo por ese sitio criollo al que nunca vamos pero donde sirven comida hasta tarde. Nos sentamos en una mesa al final escondiéndonos del mundo para tomarnos nuevamente las manos mientras te susurraba al oído "Mon cœur s'ouvre à ta voix" y en eso nos sorprendió el camarero que escudriñó nuestras ropas que no iban a tono con el local. El ignoró nuestras miradas, pero la pareja de la otra mesa se dió cuenta y nos regaló un gesto como un código secreto. Devoramos la comida comida con una avidez de mil demonios, en vano tratando de  aplacar la insaciabilidad corporal que nos roía por dentro.
 Conducías a casa y mi mano apartaba mi vestido surcando mis ingles. Era un festín en solitario, no te dejaba acercarte, te miraba y guíaba tus ojos al sur de mi cuerpo. El deseo nos condujo a casa porque a esa hora sólo seguíamos la ruta de la sensualidad. No nos dimos tiempo, apartaste mis bragas con dos dedos y me ensartaste ocultándonos los rostros sin caricias. El inicio fue un dolor que superó la barrera, te abrías paso sin importarte mi concenso, el convite era tuyo  y dispusiste de mi cuerpo a tu antojo expurgando zozobras, arrastrándome en el remolino de tu apetito, sacando tu nombre de mi garganta en una expulsión de savia que maceraba nuestros sexos.
    La noche del viernes terminó como había empezado, pediste irte a dormir con mis ojos y despertar con mi sonrisa. Me pegaste a tu piel y en ese abrazo nos hicimos un amor en silencio, reinventando las  palabras con el mutismo como una condición de respeto.

Thursday, September 15, 2011

Receta para enfermos del alma.

De lo relativo a los humanos, el alma, es la primera víctima de los  forcejeos emocionales. Nada más común que ver ojos que fueron brillantes perder la luz al sentir que el alma está abatida.
De todos los adobos y especias, el amor, es el mejor para preparar comida para enfermos del alma. El amor, a diferencia de la albahaca, el cilantro y la canela, tiene la propiedad de dar aroma, sabor y textura a los platos más sencillos sin ocultar los sabores únicos de los alimentos. Cuanto más amor ponemos más realce se logra. Pero eso sí, tiene que ser natural. Las recetas hechas con amor sintético o deshidratado envilecen los alimentos.
El amor como las flores arranca una sonrisa a enfermos del alma.

                      Sopita de pollo modificada.

Lo más importante de esta sopa es la selección de la presa, esta debe ser fresca. Pollo viejo es un  oxímoron, algo así como inteligencia militar o conservador apasionado. Para este plato se deben seleccionar partes frescas del ave. Tiempo atrás cuando mi abuela enamoró a mi abuelo con sus platillos uno iba a la carnicería del barrio y pedía ver el pollo. Hoy día, los pollos están identificados con nombre y apellidos. Cada pollo tiene su fecha de nacimiento, defunción y le agregan una muestra de ADN para que uno sepa algo de su historia familiar. Se compran las piezas o el ave completa. Evite adquirir el pollo en el supermercado, esos han estado expuestos a un frío abrasador de almas. Para esta sopita no compre pollo deshuesado o sin piel. Usted mismo puede quitarle el cuero y el hueso siguiendo las sencillas instrucciones de cualquier manual de anatomía avícola.
Vamos al grano....... Necesitará:
Patatas, zanahorias, calabaza, letricas, fideos, cebolla, una hoja de laurel, comino, orégano, perejil, albahaca, preferiblemente el pollo con hueso y amor puro.
Cocinemos
Antes de empezar limpie bien el pollo, cuéntele de sus compañeros de olla y acaricielo hasta que se le ponga la piel de gallina.
Coloque un litro de agua en una olla y ponga la temperatura al máximo. Si usa fuego libre(hoguera o fogata),dele viento a esas llamas!
Agregue una cucharada grande de sal al agua hirviendo, la cebolla, la hoja de laurel y demás condimentos.
Introduzca el pollo en la olla lentamente, deje que el agua y los condimentos lleguen hasta sus huesos.
Cuando empiece a ver actividad en el agua(ebullición), revuelva lenta y consistentemente. Use una cuchara larga de madera. La textura armónica de la madera ayudará a darle carácter a la sopita.
Baje la temperatura y añada las patatas, calabaza, zanahorias y letricas. Dibuje versos en la superficie. Para el que use fuego libre, póngale vino a esas llamas y tape la olla.
Cuando crea que el pollo ha esparcido su esencia por toda la olla, saque el caldero del fuego y espere a que decante.
Sirva en plato grande.

La vanidad es otro condimento esencial en el recetario para los enfermos del alma. Los encargados de alimentar han usado siempre esta especie. Pero al igual que el azúcar, su exceso, empalaga, produce náuseas.Un aspecto relacionado con este es el éxtasis alimenticio. El cocinero debe entender que el comensal tiene plena confianza en él, baja su defensa y se entrega. He ahí la razón por la cual se debe dosificar la vanidad, es más, debe combinarse con la humildad en una proporción de 1 a 1267. La vanidad desencadena una reacción física en los enfermos del alma. Si es positiva y prudente, resulta ser afrodisíaca, de lo contrario puede terminar con la persona enferma matándola de hambre.

Si el comensal cierra sus ojos y empieza a gemir mientras saborea lo que le hemos presentado y sus labios se ensanchan como buscando besar y luego con mirada penetrante busca respuestas en el cocinero, usted ha desencadenado un orgasmo culinario. Si este fue sincero, bésese las manos. Es usted un mago!

Sunday, September 11, 2011

Sin senos no hay paraíso.

Conozco una mujer que dice que su terapia antidepresiva es irse de compras. Va y compra compulsivamente, tampoco que haga falta estar deprimida porque el sistema  ayuda. Siempre hay algo que comprar porque siempre tienen ventas. Recuerdo que al día siguiente de regresar de mi último viaje a la isla ya estaba revisando los folletos de los comercios para ver que tenían “en venta” e irme de compras para llenar la despensa y quizás quitarme esa sensación que te embarga allá, pues aún con dinero no tienes acceso a  lo que necesitas o lo que quieres; pero ya sabemos que la escasez es un mecanismo para mantener a la gente entretenida. Volviendo a mi conocida, le gusta deprimirse porque así tiene  pretextos para comprar sin sentido de culpa, una forma de llenarse de cosas que temporalmente llenan un hueco que nada tiene que ver con poseer pero que desconoce cómo colmar.
Anoche, sin ventas o algo que se le parezca me fui a Victoria’s a buscarme unos sostenedores de algodón. Nada de satín o encaje, nada elaborado, iba por la comodidad del algodón que me ayuda a pasar estos veranos casi eternos de la ciudad sin que sude a mares. Y allí entre diseños de flores primaverales y colores enteros que son los que me dominan finalmente se me acercó una señora cuarentona y  mirando deliberadamente mis senos y  mi elección, me dijo que los ”push ups” eran buenos, que su hija los usaba todo el tiempo hasta que se decidió a operarse. Bendita decisión,según ella , porque la pobre muchacha sufría un complejo que la perseguía en forma de maldición y a la que ya unas cuantas han sucumbido llevándolas al quirófano para agregar silicona a sus pechos ; y que ahora estaba tan feliz, que era otra persona. Al parecer la chica se tomó muy en serio el mensaje distorsionado que ha envíado la sociedad últimamente donde el culto a la belleza  física y alcanzarla a través de la cirugía soluciona todos nuestros males.
Se despidió la  señora no sin antes mostrarme un juego de brassier y bragas que le compró a la hija y sugerirme que si alguna vez tenía la posibilidad me pusiese implantes. "Si ves la de pretendientes que tiene mi hija ahora ”, me dijo. Olvidé preguntarle si la hija antes de operarse los senos no querría implantarse algo de materia gris en el cerebro. Como dice un amigo, " Sin senos no hay paraíso? Menos mal que se inventó el GPS, si no acabarían todas en el infierno". También olvidé comentarle que seduzco a mi hombre sin paño que me cubra, que sólo me gusta ataviar mi cuerpo con un par  de stilettos.

Saturday, September 3, 2011

Tarde lluviosa.

Tras un enojoso lapso llegó el día tantas veces soñado. Sabía que al final vendría a su antojo y no como los caprichos de la mente se atrevían a esbozar. La noche anterior decidió ponerle dígitos a una ausencia inaguantablemente extensa y le sorprendió  que unas docenas de días no hubiesen hecho mella en la mezcla de voluntad y entendimiento  que definían su amor. Cuidó con recelo cada detalle imprescindible. Desmochó todo vestigio capilar y sobornó su piel con un baño de miel y canela. Era este, un artificio burlón de vanidad pues sabía que llegado el momento su piel lloraría melaza ante la proximidad de su aliento. Combinó la falda marrón con camisa de lino y calzado de tacón. El cabello libre, una esencia floral y la falta de accesorios completaron su elección.  Puso en un sobre el libro de poesía que había hecho las tardes de tantos amantes y mostraba en sus páginas años de humanas convocatorias al amor.  

Cuando llegó la tarde corrió a verle desafiando la brevedad, el tráfico y el temporal que se avecinaba. Qué importaban las nubes si la luminosidad invadía su dermis? En el elevador se deshizo de unas bragas que poco servían porque al saberle cerca no daban abasto para  acopiar el incontinente flujo de feromonas soliviantadas por el eco de una voz que le daba el único calificativo de “mujer”. Al abrirse la puerta, le esperaba con la mano tendida y la agarró a tiempo evitando que su cabeza diese con el techo en un ascenso que más que un duelo con la ley física de la gravitación presagiaba un viaje al centro de la tierra.

A duras penas cerraron la puerta y se fundieron en un abrazo entero que duró una eternidad. La aferraba a su cuerpo calándola hasta los tuétanos. Se buscaron las bocas extirpando el cáncer del distanciamiento y allí entre papeles burocráticos que no rimaban con la irracionalidad de sus huesos se amaron porque no había algo tan alentador como confinar a la nada el pasado inapetente de sus carnes sometidas al infortunio de la desesperanza. Afuera, la tarde vertía en las calles el anhelo de felicidad del cielo en forma de gotas de agua.