Friday, February 10, 2012

Dos es 1 +1

 Ahora la avenida parecía interminable, toda su holgura extendida ante  unos pies que se arrastraban sin rumbo fijo. Daba vueltas con la vista extraviada desconociendo el lugar que había pisado desde siempre. Estaban los mismos de otros días y rostros nuevos que se perdían en la bruma de masas humanas con sus cargas a cuestas. Tanta tristesse escapaba al clima, a una ciudad alegre, a sí misma que con frecuencia lograba desterrar la abulia; mas hoy la poseía con una fuerza brutal ante la que se sentía indefensa. No sabía que día de la semana sobrevivía, inmersa en un silencio aniquilante.  Se asomó a un quiosco  y vió la fecha en el periódico local. La señora le preguntó si quería alguna revista y con un gesto de la mano le contestó negativamente. Tres días más y volvería. Y con él, las jornadas de amor y desasosiego, de admiracion y desprecio; dependiendo de cuan André o Marc fuese.
André era el amante bandido, la sal de la relación, ese que le arrancaba risotadas o insultos, aunque a veces prefería callar y dirigirle una mirada de lástima por los momentos de vulgaridad emocional. Se pintaba como el hombre que sabía todo de las mujeres y coleccionaba amigas en redes sociales que sin saberlo alimentaban su ego con comentarios que, en ocasiones, denotaban mediocridad. Poco sabe la vanidad distinguir una cosa de la otra al ser foco de atención. Ella era otra espectadora, una silente. Tras varios mensajes privados donde hablaron de sexo y otros temas hasta la saciedad, se vieron en aquel bar. Entre vinos y tapas desentrañaron mundo  y adentrándose en los vericuetos de la mente le contó como la penetraría. Sin saber cómo ocultar el sonrojo y deseosa de acariciarse le pidió que la excusara para ir al baño. Hasta allí la siguió y así,sin más, la doblo sobre el lavabo y haciendo a un lado sus bragas entró hasta sacarle los colores y los calores por cada poro de su piel. André fornicaba como lo haría con una ramera, descubriendo su esencia de hembra en estado natural; y le pagaba con sonrisas de malandro, hasta el momento en que explotaba. Entonces, cerraba los ojos y parecía un hombre puro. Su rostro exteriorizaba la respuesta a la interrogante que la atormentaba cuando lo derrotaba la apatía.
Marc era el eterno novio, el cante jondo. Le hablaba de una ciudad donde se sentarían a ver atardeceres. Para Marc cocinaba con clavo de olor y mucho antes de que el olor del guiso escapara del caldero, la besaba buscando el aroma de su piel. Marc la hacía volar mucho antes de que sus piernas se abrieran a él. En su mente le ponía versos que eran dignos presagios del ascenso y cuando exhaustos yacían, ya sin aliento, desordenaba su cabello tatuando poesía cual axioma en su pensamiento. Era el creador al que observaba en silencio y a un tris de interrumpirlo para pedirle un beso, se mordía los labios conteniendo su deslumbramiento. Marc era el hombre frágil que corría a refugiarse en ella, llorando todas las lágrimas del mundo en su seno; y el que clamaba amarla sin motivos aparentes.
Hacía tiempo había aceptado la realidad: la convivencia no era para ellos. Al menos, no momentáneamente. Le desconcertaba tanta calma, tal desdén por esa perentoriedad habitual de los amantes de vivir juntos y sumirse en la rutina de un hogar. Se resistía a dejar que detalles mundanos mataran el romance y la adrenalina acumulada a la espera de un encuentro. Alguna que otra vez, cuando un viaje o algún proyecto lo alejaban por días, extrañaba dormir una siesta junto a él  o levantarse en la mañana y colarle el café  batiendo el azúcar morena con la primera erupción. Ni siquiera contaba las horas o los minutos, prefería medir la calidad de la plática y del sexo o de cualquier acto terrenal que se les antojase. Ella esperaría, cual Penélope moderna, trabajando en algo que disfrutase, haciendo las veces de mujer independiente con vida propia que no se estanca por un hombre.  Y sin embargo, había puesto un par de reglas: poco le importaba si se acostaba con otra mujer, tampoco que quisiese saberlo; empero, el sexo no contaba. Lo que nunca soportaría sería que se involucrase sentimentalmente con alguien. Los conciertos de verano en el parque, los encuentros para comer algo en el café, las caminatas por el Barri Gotic y los libros de regalo sin aniversarios que celebrar, serían exclusivamente suyos.
De repente, vio una entrada de metro y revolvió su bolso buscando el pase. Le quedaba un solo viaje y desdeñó la idea de regreso a su piso. Subió los escalones de la colina evitando las escaleras mecánicas, buscando un agotamiento físico que le hiciera olvidar las horas que ahora contaba. Caminó el sendero que llevaba desde el final del parque hasta la entrada triunfal del dragón colmada de turistas tomando fotos. Escurridiza pasó frente a los nichos de piedra donde las palomas se escondían a mitad de la tarde para amarse entre sombras. La simbiosis se reflejaba en el músico y su laúd. Se sentó a escucharlo  aguardando la reapararición.  Las manos de André tañían el laúd con fuerza arrancándole en cada nota un suspiro propio de Marc.

2 comments:

  1. Que bien! Andre y Marc de vuelta! Me hizo gracias porque un dia lo lei y cuando al otro dia fui a comentar ya no estaba. Me entro la duda de si lo habia soñado...Esa versatil "Penelope moderna" me encanta!! Muas

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  2. Vestida de diferentes pieles. Beso grande!

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