Sunday, June 10, 2012

Metamorfosis

  Claro que sé todo lo referente a la magia aunque no recuerdo una fecha exacta para ese descubrimiento. De niña achacaba mis triunfos a la suerte, deseaba y alcanzaba. La niñez te dota de un abanico reducido de objetividad y uno ilimitado de sueños. Todos los niños ven hasta que llegan los adultos a nublarles el panorama con la imposición de juicios. Ser maga se convirtió en un acercamiento al alma universal. Los ingredientes habían sido puestos en mí, como en todos, y  comencé a ver. Mi conciencia despertó a la divinidad femenina y supe de la futilidad de los llamados filtros amorosos.  Bastaba ser yo misma y dejar salir el torrente. Si no funcionaba, era que no había flujo, pero eso me costó entenderlo.
    Hubo un tiempo de mariposas. Corría detrás de ellas tratando de perpetuar ese momento en que vienen a tus manos y estas se impregnan de polvo. Hay polvos tóxicos cuyas manchas es lo único que queda. Sentía una brisa contradictoria, pero mi afán de dualidad no me dejabar ver que hay opuestos que no se generan mutuamente. Otros, con un soplo del viento se borraban de mis manos. Y así viví años tratando de descifrar las infinitas posibilidades de volar en un cielo abierto sin arriesgar quemar mis alas al acercarme a la luz del sol.
     La deidad venía con apariencia de jardinero. " Con un pincel mojado en miel escribe mi nombre en tu lengua y pinta una mariposa azul bajo tu ombligo"-dijo. En vano traté de recordar cuanto ritual había aprendido y terminé por descartar un sortilegio. Más bien me parecía un nuevo ensayo para su tratado de mariposas. No intentaba atraparlas sino que colgaba palabras en el cielo y se sentaba a verlas libar de las letras. Hartas, volvían al cerco con un instinto suicida y allí se quedaban con las alas sin desplegar. El líquido ámbar corrió abarcando cada átomo de mi cuerpo hasta llegar al lugar donde nacen las ganas de alzar vuelo. Inhalaba frases cercanas al astro y las jadeaba en mi nuca mientras perforaba mi cuenca. Los afluentes de melaza nutrían el caudal lúbrico que manaba de su naturaleza de anguila. Al desovar en el mar de mis sargazos, mi piel crujió. Una alevilla celeste echó a volar junto a la abeja tibetana que zumbaba, despojándose de vestiduras humanas.

8 comments:

  1. Empieza como Le petit Prince y acaba casi como Histoire d'O. ¿cómo lo haces?
    (deja tus manos peregrinas abiertas)

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  2. Si lo sigo leyendo me lo aprendo de memoria....eso...lo seguire leyendo...
    Divino!

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