Thursday, May 31, 2012

Consagración.

     Te sientan muy mal los domingos, son vampiros espirituales. Te digo que no hay conjuro que te libre si no lo haces tú mismo. Al final son dos días arruinados: domingo que es preludio de ese lunes fatídico, y el día de tu regreso al cuarto de la burocracia donde a los sueños se les cierra la puerta. Este es diferente, hemos roto el ciclo. Así, que el domingo es realmente lunes y regresas de viaje. Te he ablandado todo el tiempo que has estado ausente. Hacerlo supone un esfuerzo titánico. Nada más aburrido que las frases que se dicen los amantes a diario, nada más desalentador que premeditar palabras. Todo es dinámica de flujo: lo que te doy, me lo doy.  Volvemos a los orígenes, al sentido de las cosas. No busco alimentar tu ego porque me parece un ejercicio fatuo. Mas bien decido darle un buen zarpazo y te explico: No se trata de tí, es de mí para conmigo misma. Todo esto que te escribo es para preservar mi identidad. Tenía que dar amor para recibirlo y a quien único encontré a mano fue a tí. Te confieso que al principio pensé que no corría peligro, que estaba curada y podría abrirme. Y de repente, estaba enseñando una de las artes más viejas que conozco. Tampoco que fuese maestra y tú, discípulo. Era una simple vestal que abría su templo y trascendía en ese espacio y ese tiempo porque habías olvidado cómo era de buena la frescura.
    Afuera hace un frío bestial. Saco aquel abrigo que me regalaste hace años cuando fuimos a Boston y que descansa ocioso en el armario. La coriza me ataca, tanto tiempo guardado le ha dado un olor fuerte. Lo cuelgo del gancho de la terraza donde va una de nuestras orquídeas, la que huele a cacao. Como agua para chocolate estoy yo. Anoche no dormí del olor a hembra que despedía pensando en tu cercanía. Me basta imaginar ese cuerpo físico que encontré hace un tiempo y que me devolvió las caricias que mi mente soñaba. Me levanté a abrir las ventanas para que el efluvio se desvaneciera en la noche  y aún así desperté con esa fragancia natural en mi piel. Me ducho antes de salir. Este abrigo es tan elaborado que no amerita el uso de prendas. Podría salir a buscarte en pijama y nadie se enteraría. Pero no, he planeado bien que ponerme ,o mejor, no ponerme. Al final me decido a usar solamente un par de medias que me protejan de la frialdad.
      Sólo a tí se te ocurre viajar en tren. Tu vista desaparece ante el  paisaje y comienzas a ver dentro de tí. Cuando te encontré acordamos que el pájaro mecánico se usaría  para cruzar mar. La tierra la recorremos pegaditos a ella. Me gusta bajar las ventanillas y que el viento le hable a mi mano peregrina. Recoge esencias de indios navajos, leyendas de nómadas a pie, a caballo, en carretas que paran en medio del camino para tocar el violín y bailar, y  en balsas primitivas que surcan el agua hasta toparse con otra mano que se desliza atenta al canto de los peces.  La estación está desierta, nadie viaja por esta vía tan lenta. Bajas el último, miras a los lados para que nadie te descubra cerrando los ojos al besar y caminas hacía mí o hacia ese cuerpo, bajo el abrigo abierto, ahora al descubierto. Tu beso llega como agua de mayo. "Llévame a casa pronto, viajero, que tengo prisa"- te digo. Y al llegar ya no me urge, quiero saborearte despacio después que tanto has faltado. Ahora puedes sacarme el abrigo y no tendrás que quitar más nada. No quiero música esta vez. Quiero que me escuches resollar  y que ese canto animal te dicte palabras para  que la vibración de tu voz configure el cuerpo que deseas. Si cada día ofrendo mi alma, engulle este pedazo de materia que te obsequia mandalas.

Tuesday, May 8, 2012

Olvidos y evocaciones.

Me llamas angustiado y me dices que has olvidado la fecha de mi cumpleaños. Reconozco que te hubiese mandado de paseo porque más de una vez he desterrado a los que olvidan ese día, pero sonrío. ¡Qué poder tienes para desarmarme! El tono de voz te muestra indefenso y vuelvo a hablarte de esa suerte de cábala que me inventé con la combinación de nuestras fechas que han pasado todas las pruebas posibles de numerología. Sólo atino a decirte que te lo recordaré y que si quieres puedo escribirlo en tu cuerpo con carmín.
Peor fue despertar esa mañana y sentirme sin fuerzas. Abrir el grifo y ver el agua arrastrar mis sueños sin saber dónde irían a parar. Desconocer el ciclo y ver mi mundo bañar las alcantarillas de la ciudad. Sentí ganas de irme a ver el mar y caminar de la mano de Alfonsina hasta recoger los pedazos de mí que fueron a parar allí. Me adivinas y me ordenas que te llame, nada de peticiones sutiles las tuyas-"Llámame". Otra vez la voz que me hace perder el sentido de lo que es permisible y doblega mis instintos autodestructivos. Cambia mi suerte y decido irme a trabajar. Estaciono el auto y me saco los zapatos para pisar la yerba, matutina, fresca, como recién venida al mundo. Siento lo mismo que sentí al conocerte: una verdad conocida y recién descubierta. El que olvidas eres tú, yo recuerdo. Recuerdo que nunca me sorprendió nada de lo que decías porque eras el cuento que sabía de memoria , pero pedía que me volviesen a contar antes de dormir. Eras la leyenda a ser transmitida y cada orador aportaba algo nuevo para que llegases a mí. Camino descalza y recojo flores, las pongo en mi cabello hasta llenarlo y al llegar a mi buró lo sacudo hasta cubrirlo de diminutos soles amarillos. Allí están tus fotos y siento que comienza a fluir la energía y que he hecho homeostasis. Parecería que sufro mucho, pero es mi mecanismo de limpieza para volver a empezar. Me envías una foto frente el mar. ¿Te hablé de eso? No creo. De alguna forma allí te fuiste y te dejo en silencio para que comulgues con ese cacho de naturaleza que soy yo. Ese mar primario y a veces ignorado hasta que un tiempo hosco nos recuerda que necesitamos una bocanada vital. Al final de la tarde paso casualmente por " el lugarcito" como te gusta llamarlo. Le tomo una foto a la puerta del super donde me esperaste aquella mañana que nos vimos por primera vez. Lo nuestro no podía ser a luz de velas y violines, pero nada me pareció más adorable que te dijese que iba por leche y vegetales y te me aparecieras a la salida del local. Ahí estabas, yo llegaba de una largo viaje y tú eras mi amor de siempre.
Recuerdas el primer beso, tan público y desnudo, tan íntimo y tan nuevo. Lo sientes y evocas en ese momento. Llamas para pedirme un relato erótico y me transformo en Scherezada moderna porque no hay oficio más sublime que mantener entretenido tu cerebro.  Asistes a mi  aquelarre de versos y palabras soeces y despiertas; evocas nuestros encuentros y recuerdas enviarme una foto de tu jugo sideral. Y creéme, no creo que tengas una mejor forma de celebrar mi existencia.

Sunday, May 6, 2012

Mi regalo.

   "Y deja que veas el regalo que te lleva"- me dice mi madre y me deja con el sabor en la boca. Trato de sonsacarla con todas mis armas, pero me conoce mejor que nadie y no se deja vencer, nunca lo ha hecho. "Te va a encantar"- es su última frase y sé que no dirá más para que sea sorpresa. Me queda la sensación de niña cuando visitaba los museos coloniales en La Villa y veía todo ese espíritu que me rondaba como un fantasma y que no estaba al alcance de mis manos. Cuando iba a casa de mi abuela esperaba a que se durmiese y sacaba la llave del escondrijo que ella creía seguro y me quedaba mirando esa vajilla alemana de Bavaria, sacaba las copas de todos los tamaños y bebía un tinto de las mejores añadas, colocaba los cubiertos de plata a los lados y me servía un festín de esos que ella se inventaba, y al final, el oporto. A duras penas lo devolvía todo a su lugar justo antes de que despertara. A la hora de su baño corría a sus gavetas y me colgaba sus perlas( sello distintivo), aún conozco gente que la recuerda por llevarlas siempre puestas.  En mis lóbulos los aretes de oro que hacían cadenetas, esos que uso solamente en ocasiones muy especiales. Soñaba por ratos, hasta que la vida me devolvía a la realidad. Entonces la convencía para que abriese el armario de la sala y sacase las fotos de sus viajes con abuelote y ahí estaba yo en el medio de Europa viajando con ellos hasta que aterrizaba en mi ciudad y sabía que me faltaban años para eso. Como una buena cosecha, habría de esperar a añejarme y sorber los libros a gotas para que guiaran mis pasos en mis viajes.
     Aún no creo que hayas ido a verlos. No quiero hacer símbolos de tus acciones. Eres un hombre auténtico. Haces las cosas cuando quieres, cuando las sientes. Te imagino sentado en el sillón de mimbre, les cuentas cosas que ni yo sabía. Mi madre me hace un mensaje extenso y me da detalles, sus palabras te muestran tal como te conozco. Al principio de encontrarnos te dije que se enamoraría de tí y en sus líneas me llega la misma impresión que sentí. Tengo que esperar a tu llegada para que me des las tuyas. Te he hablado de ellos hasta el cansancio, pero quiero que palpes mi estirpe. Es hora de que veas la vejez de todo lo que has visto en mí. Quiero que veas como envejeceré, los temas de los que hablaré, la mezcla inconmesurable que es para mí el intelecto de mi padre y el espíritu de mi madre. Veo más. Andas por el cuarto del fondo, el de  los libreros y los discos. Recorres con la vista los tomos, te bebes a golpes lo que leí, lo que escuché. Te pido que te regales mis discos y uno a uno los pasas, haces la selección y cargas con otro pedazo de mi historia. Encuentras en ellos dibujos, poemas que escribí de adolescente, hasta que leí toda la poesía que quise y la abrigué dentro de mí para nunca dejarla ir. Esa poesía te acaricia en actos, cuando de lejos te cuento. Es la voz que te acompaña cuando no estoy y me hace tangible. Son las letras que escribo cuando me pides que narre y mis palabras te acarician hasta que detona la carga emocional que te ofrezco.
  "Aterrizando"- dice tu mensaje e inmediatamente me mandas una foto de mis viejos. Conduzco pensando en tí y en ellos, el mundo del cual salí y al cual viajo hacia tu encuentro. Dos mundos continuos y duraderos, dos mundos en pieles nuevas, las que hemos renovado con tu viaje a mi raíz. Te envío una foto como si no me recordaras. Mi sonrisa es lumbre que ha faltado por días, es espléndida y decido guardarla. Sé que la reenviaré cuando venga un día aciago, unos de esos días que olvidamos lo que somos y necesitas ver el rostro de la felicidad. Llego a la sala donde se apiñan los parientes y amigos de los que vienen o regresan. Y soy yo en esa sala, la única amante. Desisto de intertar buscarte a través de la pared de cristal y voy a la puerta por la que saldrás. Asomas y me sonríes, me controlo. No debo correr como niña que regresa a casa del colegio y busca su juguete favorito al que ha extrañado todo el día. Me besas largo. Me recuerdas cuán generoso puede ser tu beso. Un empleado del aeropuerto nos grita que no interrumpamos la salida de los viajeros que arriban. ¿ Qué sabe él de nuestras ansias? Me pregunto si podré controlarme hasta llegar a casa. Ya sé que no podrás. Intuyo que conduciré con tu mano hurgando mi vientre y me he puesto falda para hacerte fácil el camino. Con un tirón de puerta, me arrancas la ropa y ensartas. Hueles a nuestra ciudad, a salitre y comida casera, a mangos del patio y a hogar. Retoco como campana llamando a fiesta y tú me inundas de savia milenaria con ese sabor que tienes a macho fresco.
    Te levantas de la cama aprisa y  me traes mi regalo. Había olvidado que esperaba algo material a tu regreso. Detestas al franchute, pero dominaste el disgusto para darme placer. Me deleita escucharle hablar de música cubana y surrealismo.  Te duermes en mi pecho mientras miro los documentales de ese que describe como nadie la ciudad que nos bendijo.