Tuesday, April 23, 2013

Las uvas del tiempo.

 Apenas recordaba la primera cosecha. La memoria tenía sus antojos y le había otorgado una insipidez permanente a un vino que ni le raspó la garganta, ni le endulzó los sentidos. O quizás fuese el tiempo que con sus mañas de connoiseur deliberadamente la libraba de memorias intrascendentales.
Lo primero, fue aprender de uvas. En un inicio las apuraba hacia su boca como si cada campanada del reloj le cortara un poco de vida. La acumulación repentina hacía que en ocasiones perdiese la habilidad de distinguir textura y  aroma. Ese proceso causaba un desbalance desastroso de los azúcares y ácidos cambiando para siempre el resultado de la cosecha. Al tiempo, comprendió que muchas uvas se vendían solas.  Por una u otra razón se habían hecho de un nombre y vivían gritando los atributos que les habían conferido habitar ciertos terrenos. Tanta vanidad les hacía olvidar las cepas viejas que iban trepando y ahogándolas silenciosamente ajenas a las voces que solo escuchaban ellas mismas.
Al sostener la botella sintió la diferencia de las uvas. Era esta una cosecha que no buscaba impresionar a primera vista. El espíritu que ocupaba la vasija sabía que una sibarita no hacía juicios rápidos. Así que cuando lo dejaron salir a airear, se limitó a contener sus explosiones narcisistas. El prensado comenzó con crónicas del mundo que ella le abría poco a poco y que eran la voz  que él quería predominase. Cuando contaba sin reparos, el aire se tornaba afrutado. Asimismo, sentía que esa figura a simple vista frágil, era un roble que podía darle cuerpo. Unas cuantas historias después empezó a derramársele bajo la falda y entre las dos piernas. Las manchas de vino aparecían a cualquier hora y se resistían a la aplicación de sal para intentar desprenderlas.
Con la primera cata, comprobó la excelsitud de una cosecha que ya había imaginado entre sus manos y bajo sus pies. Dejó que le impregnara la piel y las fosas nasales. Supo que acentuaba su olor natural. Luego, fue depositarlo en su boca. Ese orificio de su cuerpo sirvió de vehículo para que esa energía que por momentos le recordaba el despertar de la Kundalini corriese por todo su cuerpo. El vino, una vez en un recipiente nuevo, escogió tomar  forma de cáliz.

5 comments:

  1. Linda, el viaje a la madre patria te ha llevado a viajar un montón de viajes diferentes entre el teclado y el ordenador. Maravillas de viajes de paso digo. Lo mejor es que arrastras a viajar contigo. Un abrazote de esta tu fan que soy yo.

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  2. Guia para fabricar un buen vino

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