Friday, November 25, 2011

Día nublado de sol.

  Amaneció lloviendo. Mal augurio. Comenzaba a invadirme esa tristeza que desfigura mi rostro y cambia el verde aceituna de mis ojos por tonos agrisados. La lluvia de ciudad  es un capricho ridículo de la naturaleza. Moja las fachadas y barre las calles camino a las cloacas. No hay ciclo renovador. La ciudad no ha aprendido a sonreirle a la lluvia.Tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para sentir el olor fresco que desprende la tierra. Mis pies huyen del asfalto buscando un espacio de yerba mojada de donde beber la energía de la tierra. La lluvia se hizo para el campo.Unas pocas gotas y la tierra se abre como mujer destilando olor a sexo lozano y maduro. Corrí al armario por mis botas de agua, pero desistí. Cambié la indumentaria por aquella clásica que te place más. Salí a buscarte. Tenía que verte y tratar de cambiar el curso del día. Me conozco lo suficiente. Sé reconocer esos momentos en los que mi alma no entiende de fragilidad anímica.

Hice una de mis súbitas apariciones. Si te anuncio que voy a verte a la oficina te asalta la responsabilidad. Mejor dejar que mis ojos te hablen. Entré en silencio, el ademán de llevar mi dedo a la boca pidiendo discreción sentenció cualquier expresión de protesta. Dejé caer mis bragas hasta los tobillos y subí la falda hasta dejar al descubierto mi pelvis. La pared fue soporte de mi peso y subiendo y bajando mis muslos dejaron entrever el movimiento creciente que dibujaba círculos en el extremo superior de mi vulva. Tu mano bajó a tu bragueta y esa fue la señal para que mi cuerpo se doblara en dos aferrando mis nalgas a la pared como último asidero. Me arrastré hasta tu silla y la punta de mi lengua circundó tu glande. Comencé a devorarte y tu lubricación mojó mis labios. Crecías en mi boca, tu temperatura aumentaba y tus contracciones anunciaron la lluvia caliente de tu simiente en mi garganta.
 "¿Me llevas a pasear?"-te pedí. Consentiste en "sólo un ratito". Afuera llovía. Las gotas mojaban la ropa y no llegaban a nuestra piel. Nos fuimos de galería a soñar. Nos perdimos un rato entre cuadros de Lolo Soldevilla y paisajes casi fotográficos de Tomás. Me recordé empezar esa marina que hace rato quiero pintar.   Se nos había despertado el apetito y  no encontramos ni un sitio abierto para almorzar. Los mozos aún tendían los manteles sobre las mesas en una ciudad que comenzaba a despertar. Con ciertos antojos del cuerpo saciados y la mundana gula aún por colmar, condujimos hasta el mar. Nos hicimos de un pedazo de concreto para sentarnos a contemplarlo. Imbuida en tus brazos mi cabeza terminó en tu pecho. Tus dedos desandaban mi cabello y nos regalamos la exclusividad de un mar que nos escoge como visionarios. Tus piernas envolvían mis caderas. Cerré los ojos lista para recibir sensaciones puras. No mediaron palabras. La elasticidad del aire llenó tu torso de todos los sonidos del mundo, gritos de placer, gemidos acompasados. Tu respiración dictaba poemas en mi espalda. El viento batió una vez más las ramas y bajo ese árbol que nos cubrió y mucho distaba de la higuera de Bodhi, alcanzamos nuestra iluminación espiritual.

Te costó dejarme marchar. Tu boca asía mi labio inferior restituyendo pedazos de este cuerpo que has hecho tu espacio. Dejé atrás el mar envuelto en una bruma terriblemente hermosa. Mil soles asomaron por mi boca. De regreso a casa canté con Mick a toda voz. Salías de mi garganta como retorno emocional.

2 comments:

  1. La lluvia, cualquiera sea, a menudo tiene un efecto renovador. Bella historia.

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