Saturday, April 28, 2012

Oda oral.

Me acosté a vegetar bajo el sol. Debí haber usado un vestido primaveral y dejar que el viento se colara por donde encontrase una rendija y me poseyera, asolando un campo ya de por sí yermo. Bebías en tu jardín y yo desde mi balcón te hablaba, inconteniblemente, así como hago cuando ya he sudado mis ganas por ti y no sé qué más extirpar de mi cuerpo. Vuelves a desaparecer y el viento, otra vez. Mi cuerpo intacto a tu toque, inmaculado e inerte. Desolación. Dejo que el viento me azote, me desvirgue sin caricias, cubro mis oídos para que no me hable, no quiero voz sino la tuya. Cierro los ojos, que no fijen un panorama que detesto. Sólo quiero el roce de genitales, penetración que arranque  lubricación a última hora y con ella que arrastre el dolor.
Me llamas y anuncias que has conseguido no uno, sino tres libros del autor que te pedí. Ya saboreo su poesía, ese será el vehículo. Nos tumbaremos tras el sudor, los gemidos, el espasmo añorado. Leeré poemas y viajarás en lenguas y a épocas distantes. Versos que habitan nuestra piel y salen expulsados con un clímax que no nos cabe dentro. Versos que se reinventan en mi voz. Sabes que detesto la tecnología cuando se trata de libros. Guardo las ediciones de los clásicos que he  leído. En mi último viaje a la isla me los traje junto al olor a humedad, el papel amarillo por el tiempo, mis notas en los márgenes, los dobleces en las esquinas. Los prohibidos aún conservan el papel con que cubrí sus portadas. Cuando recibo un libro, abro una página al azar y en esa primera inhalación me trago el espíritu del autor que deambula hasta encontrar reposo en una imprenta. Creo en las cosas vivas tocadas por los humanos. Si me diesen a escoger descifraría el manuscrito de tu dermis con mis yemas. Es por eso que hay días que nada me calma. Leo tus historias y me acaricio hasta la saciedad; pero al final de la jornada me queda un vacío. Cuando debiese palpar tu piel antes de dormir y tener un oyente para mis sandeces, un espectador para mi desnudez, una "nariz" para mis olores y una boca para degustarme, faltas.
Silencio. A veces dudo que nos hable la piel tras un aparente 'impasse". Es un ciclo que se repite, vuelves una y otra vez cuando empiezo a hacerme a la idea de que ya no vendrás, e irrumpes con fuerza. Me dices que escribes desde el barrio judío, sentado en el café donde Kafka anotaba en servilletas y como él construyes tu pensamiento en forma de imágenes. A rodar. Ropa para tres días y a correr al aeropuerto. Un vuelo de 11 horas sin escala para poder recoger mis libros. Voy soñando con la orquesta de cámara y el concierto de Dvorák que me has anunciado en la Casa Municipal. Cuando te pedía que me llevases a Praga, soñaba con una foto besándote en Old Square Town.  No sé si voy por los libros o por ti. Ahora me seducen más ellos. Abres la puerta de la habitación con vistas a la plaza, pero no veo nada. Recorro con los ojos los rincones y los encuentro sobre una mesa, la lámpara los acaricia llenándolos de luz. Prolongas el momento de la entrega y  me robas un beso súbito, tentando mi sexo con el dorso de tu mano. Casi estoy a punto de rendirme y das la vuelta para regresar con ellos. Los repaso por encima. Ya conoces la ceremonia: los abro y olfateo. Me pides un beso bajo y corres la cremallera de tu pantalón. Soy una mesalina poética y mi boca se abre a los versos. Torrente que baña el suelo, el paladar y la mucosa bucal, sigue a las papilas y corre por el centro de mi lengua, riega mi garganta y comienza el descenso. La poesía me alimenta.

4 comments:

  1. Praga de libros y amados. Por estos me gusta tanto regresar a tu diario. Abrazos de luz, querida.

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  2. Si hay que pisar cristales que sean de Bohemia. Bello texto.

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  3. Llegan, querida :) Muchos más para tí.

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