Monday, August 1, 2011

Nosotros.

Vacilo cuando finalmente te tengo frente a mí. No es ese el semblante que me observa al otro lado del espejo cuando ahondo mi desnudez. No es el reflejo del hombre que me seduce con una copa de vino, leyendo a Kundera o con  la música que trajiste a nuestro primer encuentro íntimo. Cómo me gusta escuchar ese disco y martillear sus canciones a tu oído robando tus armas de atracción! Disfruto recordarte el cazador que eres y volver a enredarme voluntariamente en la urdimbre que por años has ensayado.

Tu boca se llena advirtiéndome cómo caen las mujeres rendidas a tus pies. Yo río de tus quijotadas pendejas, me hace gracia que aún te amarres a tu fama de seductor como mecanismo de defensa. Es difícil rasgar una piel que te ha acompañado durante años. No me apremia tu transfiguración, te conozco lo suficiente, me conozco sobradamente. Pasamos frente a una universidad y bromeas con los traseros jóvenes. Hago gala de mi cuerpo firme y reímos como niños. Mis abriles se vislumbran en una anatomía moderada, sabia al roce de tu piel. No cambiaría mis años por nada. Entreno para una carrera contra la vejez porque también tengo mis momentos de frivolidad. Las arrugas y canas no me atormentan mientras pueda mantener un físico joven. Agradezco día a día la perspicacia que me regala la vida.

Conociéndonos, ya sospechaba que esa primera vez no sería la mejor. La trascendencia sentimental siempre queda. Recuerdo pegar mi torso al tuyo y sentir tu calor corporal, era como rezarle a Dios y que me respondiese a través de tu piel. El coito al final siempre es lo mismo, agujeros hechos para ser ocupados de una u otra forma; pero esa energía corriendo por todo el cuerpo y sentir la carga abandonar nuestras almas para quedar al amparo de dos cuerpos tendidos a la abigarrada existencia que por momentos nos agobia, fue una sensación única. Sensación inmarcesible que ha derivado en un alud que engulle nuestras melancolías.

La última vez tuve que esperarte, endemoniado tráfico que nos separa. Odio el tumulto urbano interfiriendo en nuestros encuentros. Pasaste frente a mí y no me viste, casi me lanzo frente a tu coche. La picardía en tu sonrisa anuncia el niño que encharca mi coqueteo. Conduces y de vez en cuando volteas a robarme un beso, pellizco tu entrepierna para forzarte a atender el tráfico. Ando hecha un manojo de nervios como una virgen que sabe será desflorada. No sé si juego conscientemente a ser niña o esa cara de golfo tuya me atrofia por unos minutos. La privacidad me devuelve mi lucidez de mujer. Mis manos te abarcan, mi boca te traga, mi lengua hace suyos tus orificios, me preparo para que mi núcleo te acoja. No importa si en ese momento te saco la camisa de poeta o te ciñes el pantalón de hombre-hombre. Vuelve ese impulso irrefrenable de hembra-macho, macho-hembra que nos arranca el cuero y nos eleva a deidades.

2 comments: